miércoles, 28 de marzo de 2012

La nuez.

La nuez era como él. Era dura y fea por fuera pero aun así, rugosa y todo, representaba todo lo que conocía. Siempre miraba la nuez, tenía un mundo escondido, secreto. Era el corazón de los hombres que, como él, no sabían expresar su amor de adentro hacia afuera.

Sentía que era como su alma misma, todos sabían que estaba allí, y que era importante para él porque la llevaba a todos lados. También sabía que no lo entendían en el fondo; muy dentro de su propia nuez, no sabían cómo era él.

Y el rodaba, como toda nuez, en la pendiente de la vida. Iba allí donde lo llevaban, no luchaba y se dejaba llevar, y tampoco hablaba como los demás. Su limitado lenguaje no le permitía comunicar todas sus ideas, inalcanzables o no, a los demás. Por eso prefería callar. Había demasiada frustración en moldear las cosas a sonidos.

A pesar de todo, se dio cuenta que a los demás les pasaba lo mismo. A todos. Excepto a los gigantes que entre estruendos y estruendos se entendían. Qué horribles sonidos hacían!

Era un lavado de cerebro. Te quitaban las ideas y las convertían en sonido. No había duda.

Día tras día compartía la frustración carcelaria con sus congéneres. En silencio, a veces rompiendo en llanto... aunque también estaban los que se dejaban llevar. Por suerte nunca le habían quitado la nuez y él se entretenía agitándola. La agitaba por cada idea o pensamiento de la vida que podía representarla con ella, la vida social que llevaba, el Patio comunal al que le mandaban, su fría jaula personal en las noches...

De entre todas las personas que estaban con él, sólo una podía sacarle la atención de la nuez. Ellos no hablaban entre sí, sólo se miraban y se entendían. Era una fusión de almas en un instante, en un chispazo, y quemaban toda su alegría así, día tras día, entre pensamientos profundos y sonrisas inocentes. Ella era así, la frescura del aire matutino hecha una dama.

Un día, lo llevaron al Patio comunal y ella estaba llorando. Miró a su alrededor tratando de comprender y lo vio. El nuevo. El nuevo no entendería las normas del Patio, pero él se lo haría entender.

Con mucha dificultad fue avanzando sin ser detectado. Si se acercaba a cuatro patas haría menos ruido, pero el ataque parecería rastrero y bajo. No, él lo atacaría de frente y de pie.

Se miraron y una rivalidad nunca existente se encendió de golpe. Él, parado y de frente, de un solo golpe le quitó lo que el nuevo llevaba en la mano. El nuevo se enojó y se levantó rápidamente, pero sin darse cuenta que no llevaba la práctica necesaria y cayó; y se golpeó en la caída.

Triunfante, se volvió hacia su eterno amor. Ella lo miraba con una gratitud en sus profundos ojos y él le devolvía la mirada. Lejos estaban los llantos de aquel maleante inexperto.

Se sentó, le abrió la mano y le puso la nuez. Ella lo miró asombrada pero comprendió.

Las palabras eran tan innecesarias en ese momento que el tiempo también se detuvo a mirarlos. Perfección, un momento de perfección. Una nube tuvo la cortesía de moverse y unos traviesos rayos de sol los iluminaba de forma inusitada.

En ese preciso instante, el pre-jardín se iluminó de alegría y el patio de torturas ya no sería tan solitario como hasta entonces. El lo sabía, ella lo sabía, pero ninguno de los dos supo como expresarlo excepto con una sonrisa.

lunes, 16 de enero de 2012

Frío hálito de vida...

En el espacio confinado donde sobrevuelan mis ideas, se me escapa un suspiro desgarrador producto inevitable de mi fantástica e imparable imaginación.

Aunque de imaginación y de fantástico sólo resultó ser mi aseveración.

Y el suspiro, aunque suave, arrasó con todo mi ser dejándome desnudo ante mí mismo frente a un espejo de idiosincrasias crudas y brutales.

Sin poder voltear mi rostro a otras realidades, tuve que aceptar mi condición de ser humano. Ya no había vuelta atrás.

El camino bajo mis pies yacía inerte, y la puerta que crucé era ya un portal imposible de volver a cruzar. La luz intensa, las tenazas que me sostenían no me permitían volver.

Cual presa indefensa me atraparon.
Y la cruda realidad me golpeó duramente.
El frío hálito de vida se me hizo presente.
Como un shock de delirios inesperados,
sacudió todo mi pequeño cuerpo, exaltado.

Las miradas de regocijo morboso me rodearon. Parecía un club de degenerados cuya tortura infalible era mantenerme prisionero de sus garras maléficas.

Pero tuve que rendirme ante lo inevitable. Debería aprender su idioma. Debería aprender sus modos.

Y la resignación se presentó ante mí como un hombre trajeado. Lidié con él unos minutos, pero no tuve mayor opción...

Después de todo, sólo había nacido hacía un par de minutos.

Camino

Despierto caminando.
No se adonde voy.
No se de donde vengo.
Sólo sé que mis pies se mueven uno delante de otro y que no se detiene mi andar.

Mis pies se humedecen al contacto con el agua. Es agua salada. Es agua de mar.
Lo sé porque lo veo, las olas acarician mis pies descalzos.
Me hacen arder los callos y ampollas en los que me apoyo.

La piel abierta, la carne viva.
Estoy vivo. El dolor me mantiene vivo.
Pero igualmente no controlo los pies. No controlo los pasos. No controlo el andar.

Y mis manos refriegan mi rostro en un intento vano por despertarme, pero no lo logran.
No lo logran porque ya estoy despierto.

El sol va saliendo en el horizonte. El alba da paso a la mañana mientras no sé qué pensar.

La vida es así, un conjunto de cosas que se suceden en orden y sin ser capaces de modificarlo. Pero sin embargo, depende de nosotros el estar atentos. Y también, el estar despiertos durante el camino.

sábado, 26 de junio de 2010

De tu recuerdo...

De tu recuerdo... - Bolero

La triste soledad cae con la dulce noche,
y el vacío de mi cama preguntará por ti,
y no sabré responderle con vacías mentiras,
y a mis recuerdos les juro que jamás saldrán de allí.

    [Estribillo]
    Porque si te pienso, se me desgarra el alma,
    porque si te imagino junto a otro, sabré que te perdí,
    es por eso que si te veo miro para otro lado 
    y es por eso que si te lloro será sin mí...


    Porque con cada lágrima que cae, sabré que ya no me amas,
    porque entonces cada noche saldré a embriagarme por allí,
    es por eso que ya no puedo admitir que aun te amo
    y es por eso que si te lloro será sin mí...

Y una estrellada noche, tratando de olvidarte,
caminando en las playas por las que te viví,
creo suavemente cruzarte nuevamente por mi lado,
sin saber si eres de verdad o si ya enloquecí.

Y mi cuerpo se da vuelta y con mis ojos te busca,
Y la sanidad se aleja huyendo furiosa de allí
porque la verdad, cruda y dura como lanza,
hace que tu imagen vuelva a clavarse en mí.

Pero su fuerte esposo no entendió lo que le decía,
y aunque sin piedad varios duros golpes recibí,
con el cachetazo de esa mujer, entendí que aun te amaba,
y que sin hacer nada para siempre yo te perdí.

En el hospital, fue tu recuerdo lo que me mantuvo vivo,
y al despertar tu nombre fue lo primero que pude decir,
y al encontrarme con la habitación totalmente vacía,
entendí finalmente que de tí ya no podría más vivir.

    [Estribillo]
    Porque si te pienso, se me desgarra el alma,
    porque si te imagino junto a otro, sabré que te perdí,
    es por eso que si te veo miro para otro lado 
    y es por eso que si te lloro será sin mí...


    Porque con cada lágrima que cae, sabré que ya no me amas,
    porque entonces cada noche saldré a embriagarme por allí,
    es por eso que ya no puedo admitir que aun te amo
    y es por eso que si te lloro será sin mí...

Esta vez el sol entra por la ventana abierta,
enyesado y postrado he pasado ya el mes de abril,
pero ahora puedo sonreir honesto en el espejo,
que de una nueva vida he llegado a ser yo el albañil.

    [--música del estribillo--]
    Porque si te pienso, igualmente me pondré un poco triste,
    porque si te imagino junto a otro, esperaré que seas feliz,
    es por eso que si te veo ya no miraré a otro lado,
    y es por eso que si hay noches tristes ya no serán por tí...


    Porque con cada rayo de sol que yo me encuentre,
    porque aunque aun yo te ame y mi sonrisas ya no se dispersen por allí
    es por eso que ya no desaparecerán en la bruma de tu dulce recuerdo
    y es por eso que ahora tranquilo podré finalmente vivir...

[--con coro--]
(vivir...)

miércoles, 9 de junio de 2010

Pax Romana

Se presentó en el bar. Vestía pantalón de vestir negro, camisa gris y una gran sonrisa.

La buscó con la mirada entre la gente y allí la vió. Se saludaron.

Se sentó en su mesa y cruzaron breves palabras. Ella lo observaba y él, sonrojado, tímidamente le devolvía la mirada.

Ella aun podía hacerlo sentir así, a pesar del tiempo, a pesar de las distancias. El ambiente pintaba de hogar esa noche tan italiana.

Los ultimos rayos del sol estaban bajando y acariciaban a lo lejos el contorno de los viejos edificios; si uno se dejaba llevar por el paisaje, casi se podían ver sus ocultos pero presentes, guardianes pétreos.

El pasó su mano, nervioso, por su plateado cabello tratando de conseguir alguna escurridiza idea, algun comentario inteligente o quizás tratando de atrapar el coraje que, al ver su sonrisa, había huido irremediablemente.

Desarmado, había quedado desarmado, como tantas veces hace ya tiempo.

Tratando de acercarse a ella dentro de su propia mente, sus ojos profundos parecían decir "he gastado tus besos ante el espejo y, ahora que estoy frente a tí, mis ojos te ven, mi corazón te grita y mi boca ha quedado muda".

Ella sonrió comprensiva, le tomó de la mano, y se fueron caminando del lugar para reavivar viejas pasiones apaciguadas por las arenas del tiempo.

jueves, 15 de octubre de 2009

Cuento barato

Mañana gris de lunes.

Me desperté y abrí los ojos. Desde mi perspectiva aun podía distinguir la cama desarmada.
Mi cuerpo maltrecho yacía al lado del colchón, pero el dolor cada uno de mis músculos me indicaba que había pasado gran parte de la noche sobre el frío piso de mosaicos.
Me froté los brazos mientras acomodaba la espalda contra el camastro, en un fútil intento de alivianar la sensación de entumecimiento.
Levanté los ojos tratando recordar algo de la noche anterior, concentrando mi vista sobre el ventilador de techo, pero nada vino a mi mente.

En cuanto el cuarto dejó de girar, atiné a levantarme. Me dirigí a la cocina, me preparé algo de café y me fui hasta el balcón.
El frío viento matinal tuvo mejor efecto que la cafeína para despertarme.

Reparé que en la mañana gris no había otro ser semidesnudo en ningún otro balcón. Me pregunté que hora sería, pero lo descarté casi inmediatamente. Me concentraba en la más absoluta tranquilidad del día. El silencio. Sólo el viento compartía este lunes gris conmigo.

Fui hasta mi habitación con la completa indecisión entre vestirme y volverme a acostar. Miré la hora, pero evidentemente estaba equivocada. Probablemente se había quedado sin pilas. Me senté sobre la cama.

Un aullido extraño se escuchó detrás de mi puerta. El gato de mi vecina arañaba mi puerta. Opté por ignorarlo y me volví a dormir.




Pizza de champignones

Abrí los ojos y la cama aun vacía me recordó que ella aun no había regresado. Miré el reloj, mostraba las seis de la tarde. Aun estaba nublado y no quería levantarme, pero mi estómago crujió duramente y no tuve más remedio que tratar de calmarlo.

Descalzo me acerqué a la heladera. Al tomar la puerta me dio una descarga de electricidad, los electrodomésticos viejos tienen sus mañas y hay que conocerlas, pero al estar medio dormido la descarga me depertó completamente con una descarga de adrenalina.

Me puse mis ojotas desgastadas para descubrir que no me quedaba ningún alimento sin vencer. Miré con cariño el pan mohoso, pero lo descarté casi inmediatamente luego de encontrar algunos habitantes en él.

El gato volvía a arañar la puerta.

Un dejo de compasión me invadió, quizás fuera que el hambre nos unía a ambos con un vínculo más allá de lo inexplicable. Tomé un plato y lo llené con la poca leche líquida que quedaba. Abrí la puerta y me quedé helado. El plato cayó al suelo al mismo tiempo que mi mandíbula.

Mi novia estaba allí. Había ido a comprar unas pre-pizzas, por allí veía también queso cortado, algunas aceitunas que, rodando, se habían desplazado unos metros de sus pies. Sus pies que estaban del otro lado del pasillo y unos hombres los devoraban con paciencia.

Sólo el frasco champignones estaba aun en su mano derecha. Y lo asía con fuerza.

Cuando volví la mirada al suelo, mis ojos se posaron nuevamente en ella. Y ella desde el suelo me miraba. Con ojos muertos, la mirada clavada en mí. Su mano derecha había dejado de rascar la puerta para ahora tratar de aferrarse a mi pantalón.

Y yo paralizado. Sin poder avanzar, sin poder retroceder. Sin poder esa noche degustar una pizza de champignones.




Icaro

Cuando pude reaccionar, retrocedí y caí. Con mis pies golpeé la puerta fuertemente y a duras penas pude cerrarla. Retrocedí a la cocina y tomé una sartén. La miré fijamente mientras en la puerta se escuchaban golpes desenfrenados. Cuando recapacité, la solté y buscaba el gran cuchillo de cocina cuando la puerta cedió.

Cerré la puerta de la cocina mientras los muertos vivientes avanzaban. Y recordé que el cuchillo estaba en el comedor. Instintivamente golpee mi cabeza con la puerta para recordarme que nunca lo dejo en su lugar, y ese pequeño ruido dirigió a mis atacantes hacia mi.

Miré para todos lados. No tenía escapatoria. Consideré esconderme en la heladera, pero no tenía tiempo suficiente para vaciarla y meterme.

Entonces lo vi. El ventiluz.

Como pude fui pasando mi cuerpo por entre los vidrios y me aferré fuertemente de uno de los hierros que servían de sostén. La puerta terminó de romperse.

Los zombies, si eso eran (aunque no parecían otra cosa), avanzaron y llegaron a la ventana. Sólo uno se percató de mi presencia, sabrá Dios cómo. Y trataba de mordisquearme los dedos.

Aguanté todo lo que pude. Me aparté de la pared saltando, esperando colgarme de la ventana del edificio del otro lado de la calle, pero sólo logré romperme las costillas contra uno de los balcones para luego caer finalmente contra el pavimento.




Apocalipsis

Ya no hay nada, estoy moribundo y los perros con sus ojos extraviados están masticando mis entrañas. Pero no siento dolor.

Algunos muertos se acercan y mastican mis piernas, peleándose entre sí por llevarse la tajada más grande. Casi puedo entenderlos, pero por momentos tengo hambre.

Ya no entiendo mucho. Recién pasó un auto a gran velocidad y le pasó por encima a mi mano derecha. Se reventó pero no me dolió tampoco. Incluso algo todavía puedo moverla.

El olor, que penetrante olor. Me abre el apetito de una manera tan... inhumanamente posible...

Los zombies se están yendo con una de mis piernas. Escucho un lloriqueo. El resto de la calle está vacía, en silencio. Los muertos se han ido como escuchando una voz que aun no puedo oir, pero presiento.

Sin embargo, ese llanto es de un niño y necesita protección. Trato de arrastrarme hasta detrás del basural.

Quiero decir mil cosas, calmar a la niña. Pero sólo logro escupir sangre. El hambre es atroz. Extiendo mi mano, quiero decir una sola palabra "Ayuda" pero en vez de eso mi última palabra es "Cerebro" y avanzo ya si conciencia de mí mismo...

miércoles, 12 de agosto de 2009

Para no sentirme solo

Sólo para no sentirme solo,
abrazo la soledad que me rodea.
Me abrigo con ella en esta noche triste
que me amarga y me apena.
Dulce es el canto
que la envuelve en las horas oscuras
mas no es el canto y sí el llanto
lo que me envuelve en esta locura.
Que más puedo darte,
no lo sé ni lo sabré jamás.
Un desgarro del destino
fue lo que me hizo amarte más.